viernes, 26 de marzo de 2010

Al Qaeda, el nuevo cártel de la droga

¿Cuál es la relación entre la red de Osama Bin Laden y los cárteles de la droga latinoamericanos? Lejos de ser una organización homogénea estructurada de acuerdo a normas rígidas y sin una ideología político/religiosa muy precisa, el amplio paraguas que otorga la figura carismática de Bin Laden aglutina a todo tipo de organizaciones. Algunas de ellas no parecen tener empacho en evitar las prohibiciones religiosas musulmanas a la hora de vincularse a algo tan impío como el tráfico de drogas. ¿Cuál es el papel de las células africanas de la red? ¿Por qué los cárteles latinos buscan entrar sus cargamentos a Europa con ayuda de Al Qaeda?
El pasado 29 de diciembre una breve noticia resaltada sólo por algunos medios daba cuenta de un hecho insólito. Por primera vez una corte de los Estados Unidos acusó a tres presuntos integrantes de la red terrorista Al Qaeda de “conspirar para traficar cocaína” con el fin de “financiar actividades terroristas”. En Europa se encendieron entonces todas las alarmas, ya que los integrantes del comando eran originarios de Mali y habían sido apresados en Ghana cuando ofrecieron a un grupo de miembros de la agencia antidroga americana (DEA) que se encontraba realizando una operación encubierta, sus servicios para transportar un cargamento de cocaína procedente de América Latina hasta España. Mientras algunos expertos en la lucha contra la organización creada por Osama Bin Laden descreen de un giro de esta naturaleza, porque en su idiosincrasia musulmana no hay lugar para el contacto con las drogas, organismos de inteligencia y dirigentes políticos europeos sospechan que ante el acoso al que está sometida “la red” bien podría estar cambiando de estrategia para poder financiar sus recientes actividades.Según los documentos judiciales que hizo públicos la corte norteamericana que lleva el caso, la historia comenzó cuando un grupo de agentes de la DEA que se hicieron pasar por colaboradores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) le pidió a un militante radical libanés que los pusiera en contacto con alguien capaz de garantizar la seguridad de un cargamento de cocaína que debía atravesar todo el norte de África para introducirse en España. Aunque las sospechas sobre el reciente y creciente matrimonio entre Al Qaeda y los narcotraficantes latinoamericanos se han instalado hace ya un par de años entre las autoridades, esta operación – pensaron los miembros del comando – podría ser la oportunidad que esperaban para demostrar que la alianza existe.Fue así como el radical libanés se presentó acompañado de tres personas que dijeron ser miembros de Al Qaeda y que solicitaron 4.200 dólares por cada kilo de cocaína que fuera necesario transportar. El viaje comenzaría en el África Occidental y culminaría sobre las costas del Mediterráneo llegando a introducir incluso la mercancía en España, aprovechando que esa frontera no tiene los mismos controles estrictos que ha instalado Madrid sobre la costa del Atlántico, puerta de entrada preferida hasta ahora de la cocaína procedente de América Latina. Los tres supuestos miembros de Al Qaeda fueron identificados como Oumar Issa, Harouna Tore y Idriss Abelrahman, y extraditados inmediatamente desde Ghana a Estados Unidos, pero los detractores de esta prueba argumentan que en la desesperada África contemporánea cualquiera puede presumir de ser miembro de Al Qaeda si del otro lado alguien anda ofreciendo dinero para llevar a cabo una operación turbulenta. Pero el episodio no es aislado y las sospechas crecen.MATRIMONIO POR CONVENIENCIAPara comprender cómo es posible que se haya creado el escenario para esta extravagante alianza, hay que remitirse a la situación actual que atraviesan los dos principales actores involucrados en la trama. Por un lado, la difusa red creada por Osama Bin Laden eligió el norte de África como su lugar favorito para expandirse luego del acoso al que fue sometida en Afganistán desde que ese país fue invadido por la OTAN (la alianza militar entre Norteamérica y Europa) luego de los ataques llevados a cabo por Al Qaeda en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Los países del norte africano presentaban características ideales para la red terrorista. De mayoría musulmana, muchos están gobernados por minorías políticas aliadas a Estados Unidos que aplican métodos dictatoriales para mantenerse en el poder, como es el caso de Argelia y Egipto, por nombrar sólo los estados más significativos. Y otros, como Níger, Chad, Mali, Mauritania, Etiopía y Sudán, que forman una franja alejada del mar pero que conecta la orilla del Atlántico con el Índico de manera estratégica, tienen Estados tan débiles que hacen muy difícil la persecución de los grupos insurgentes. En todos los casos la población está descontenta con sus gobiernos y es extremadamente pobre.El gran público pudo hacerse una idea de cuánto se había extendido el extremismo islámico por la región cuando hace tres años el temor al terrorismo y al secuestro de los corredores obligó a suspender la realización del rally París/Dakar cuyo recorrido atravesaba gran parte de esta zona sensible. Y aunque Al Qaeda no es una organización unitaria, sino que está formada por células que no se contactan entre sí y reconocen a Bin Laden como su jefe e inspirador aunque es poco probable que mantengan un contacto directo con él, su expansión en el norte de África suscitó la preocupación de las grandes potencias occidentales que comenzaron a realizar labores de inteligencia en la zona, mirando con lupa los flujos financieros internacionales provenientes de la región y a preparar a los gobiernos afectados para que pudieran hacer frente a ella. Argelia y Egipto fueron los primeros en propinar duros golpes a la organización por la fortaleza de sus estados y lo aceitado que se mantienen sus aparatos represivos utilizados para acallar enemigos internos. Como consecuencia de esta persecución la red quedó debilitada económicamente, viéndose obligada a buscar fuentes alternativas de financiación.Por su parte, las organizaciones narcos que operan en América Latina también se han visto obligadas a cambiar de estrategia durante las últimas dos décadas para seguir introduciendo la cocaína en el continente europeo. En una reciente entrevista concedida a la agencia Reuters Jay Bergman, director de la región andina de la DEA explicaba que “desde mediados hasta finales de los años noventa, cuando los europeos mejoraron en la incautación marítima frente a las costas de Portugal y España, los narcotraficantes comenzaron a cambiar hacia el sur sus rutas. El siguiente cambio ha sido África Occidental”. Según Bergman, los grupos narcoterroristas, incluídas las FARC, utilizan África para alcanzar a los consumidores europeos mientras “que los cárteles mexicanos importan los agentes químicos necesarios para fabricar la metanfetamina a través de la misma ruta”.Otra señal de alarma la había dado ya en septiembre del año pasado el ex jefe de operaciones de la DEA Michael Braun cuando advirtió sobre la expansión de los cárteles del narcotráfico mexicanos y colombianos en África que utilizan también esa ruta para llevar la cocaína a otro mercado consumidor emergente: Rusia. Para explicar por qué se está produciendo la alianza de los narcos con los grupos terroristas islámicos Braun recurrió a una curiosa pedagogía “Ellos frecuentan los mismos bares de mala muerte, y los sórdidos burdeles, y se hospedan en los mismos hoteles. Hablan de negocios, comparten lecciones aprendidas, contactos críticos importantes, medios operacionales y métodos”. Según Braun, de los 45 grupos terroristas importantes que operan en el mundo 15 ya han hecho de algún modo su transición al narcoterrorismo, como es el caso de las FARC, Al Qaeda y Hamas. La parcialidad de la fuente invita a mantener las afirmaciones en suspenso.¿QUÉ HACE AHÍ ESE AVIÓN?Cuando ya todo el asunto comenzaba a oler a campaña de difamación americana contra el eterno enemigo “number one” y publicaciones de prestigio como Terrorism Monitor alertaban que Al Qaeda ya es de por sí demasiado mala como para colgarle además el sambenito de una improbable alianza con los narcos, apareció un avión venezolano quemado en el lugar donde jamás debía haber estado y la historia empezó a cobrar visos de realidad.El hallazgo se produjo en noviembre de 2009 en el desierto de Mali. Un patrullaje ocasional por una zona donde habitualmente operan grupos seguidores de Al Qaeda y organizaciones armadas rebeldes nómadas se topó con un Boeing 727 con matrícula venezolana que había sido incendiado. Al principio se sospechó que podría tratarse de un accidente, aunque las huellas en la arena hicieron sospechar que el aparato primero había sido vaciado y luego incendiado adrede. Adentro se encontraron trazas de cocaína y la investigación posterior permitió suponer que se habían trasladado cerca de 10 toneladas de droga dentro del aparato.El caso se volvió tan importante que obligó a Alexandre Schmidt, portavoz de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito a pronunciarse desde Viena, donde tiene su sede el organismo, acusando a Venezuela de dar sostén a los narcotraficantes, lo que provocó la desmentida del gobierno de Hugo Chávez. En una investigación sobre el tema realizada por la Deutsche Welle, Ariel Segal, un experto en Venezuela asentado en Lima afirma “puede que Chávez no esté implicado directamente, pero hace la vista gorda con toda seguridad”. En el mismo artículo Jean-Pierre Filiu, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París, aclara que el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), un predecesor de Al Qaeda en el Magreb cuenta tras de sí con toda una historia de implicación en el mundo del crimen. “Al Qaeda puede servirse de las redes del GSPC en el Desierto del Sahara, donde esta agrupación lleva mucho tiempo dedicándose al contrabando de drogas, armas o inmigrantes ilegales” asegura Filiu.Si hay una prueba que indique hasta donde el tema se está volviendo serio es el aumento del dinero que los países ricos dedican a las operaciones de seguridad en la zona y el esfuerzo que ha hecho occidente para convencer a Argelia, Mali, Mauritania y Nigeria a que colaboren. Ya en 2008, señaló la Deutsche Welle “Estados Unidos aumentó su ayuda para cuestiones relacionadas con la seguridad a 100 millones de dólares – gran parte del dinero va a parar a la estadounidense África Command´s Trans-Saharan Counter-Terrorism Partnership, encargada de colaborar en la formación de las fuerzas de seguridad nacionales y abastecerlas del material militar necesario”.La situación también ha despertado la preocupación de Interpol. En la XX Conferencia Regional para las Américas celebrada en Chile hace un año el norteamericano Ronald Noble, secretario general de la organización, le dió un enfoque aún más preciso al tema. “Estamos ayudando” dijo “a enfrentar 14 redes de tráficos de drogas que se generaron en Irak”. Según Noble “conforme la guerra en Irak baja de intensidad los terroristas de Al Qaeda van a asentarse en otros puntos de la región”. La colaboración con los cárteles latinoamericanos se basa, según los expertos, en un interés mutuo: a los propietarios de la droga les permite transportar el cargamento en condiciones de seguridad por rutas hasta ahora poco conocidas y los grupos terroristas islámicos se benefician económicamente, llegando a obtener en algunos casos hasta 7.000 dólares por kilo de cocaína que llega a salvo a destino.Aunque hay todavía muchos especialistas en Al Qaeda que leen con suspicacia este tipo de afirmaciones y denuncias que comienzan a vincularla con los cárteles del narcotráfico latinoamericano, la mayoría entiende que la red creada por Osama Bin Laden está lejos de ser una organización homogénea estructurada de acuerdo a normas rígidas de comportamiento y que tampoco tiene una ideología político/religiosa muy precisa. Bajo el amplio paraguas que otorga la figura carismática de Bin Laden crecen todo tipo de organizaciones, algunas de las cuales no parecen tener empacho en saltarse las prohibiciones religiosas musulmanas a la hora de vincularse a algo tan impío como el tráfico de drogas. De lo que sí no hay dudas es del “todo vale” y de la gran capacidad de readaptación que caracteriza al funcionamiento de los cárteles de la droga a la hora de encontrar nuevas rutas para inundar el mundo con sus mercancías.
Fuente: Oscar Guisoni – Desde España

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